La justicia desahuciada: España no es país para jueces (Spanish Edition) by Elpidio José Silva & Elpidio José Silva

autor:Elpidio José Silva & Elpidio José Silva [Silva, Elpidio José]
La lengua: spa
Format: azw3
ISBN: 9788499422978
editor: Grupo Planeta
publicado: 2014-02-17T16:00:00+00:00

TORMENTAS PERFECTAS

Metáforas

En la carrera judicial existen jueces y magistrados. La diferencia entre unos y otros carece del menor fundamento, pero permite que el Estado ahorre gastos de personal, ya que los jueces están peor remunerados. Yo ascendí a magistrado en el año 1996 y mi vida judicial no cambió en absoluto. Pasaron a llamarme «magistrado» y comencé a cobrar más por el mismo trabajo. Es un interesante efecto de las palabras, una metáfora sin sentido. Por el mero hecho de que pasen años, se ganan trienios, pero no forzosamente sabiduría jurídica. Al comienzo de la carrera judicial se desempeña el trabajo más difícil al tiempo que se ocupa, a veces, las peores plazas del escalafón. Ser juez, de entrada, significa, en muchos casos, ocupar los destinos más calamitosos. Hablo de Juzgados anegados por la corrupción y el abandono bajo condiciones surrealistas. La diferencia de sueldo entre jueces y magistrados es, así, una consecuencia del sutil juego entre palabras y metáforas. Para reducir gastos de personal, en el ámbito presupuestario se posibilita este juego semántico. ¿También se autoriza en la redacción de resoluciones judiciales?

Después de encarcelar a Blesa me llamó Cristina, la madre de mi hijo, para comentarme sus progresos escolares. A esas alturas ya se había filtrado en los medios de comunicación el auto de prisión. Me interesaba su opinión como experta en Derecho Penitenciario. «¿Has leído el auto de prisión?», le pregunté. «¿La tormenta perfecta?», me respondió.

Perfect storm es una expresión inglesa que yo utilicé en alguna de mis resoluciones. Cuando inusuales coincidencias se ponen de acuerdo para agravar drásticamente una situación, ocurre la tormenta perfecta. A veces se simulan estas tormentas. Existen operaciones bien armadas para simular las condiciones climatológicas sorprendentes de las tormentas perfectas. Cuando los acosadores quieren cercar a alguien, suprimirle, pueden comenzar a colocarle alrededor circunstancias desmesuradas que camuflen una catástrofe. El supresor hará lo posible para que el desastre sea reprochable al acosado. Sembrará un campo de minas capaz de explosionar en cadena. Al acosado se le reprochará que pisara la primera mina, ocasionando el resto de explosiones.

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